jueves, junio 26, 2008

Invierno

Santiago se resumía en melancolía, luces, noche, invierno, frío; no tuve opción, pegué la vista a la ventana del taxi mientras que la lluvia se azotaba violentamente contra el cristal. Comencé a llorar. El conductor del taxi me miró por el espejo retrovisor y pego sus ojos a los míos, preguntándome: “Oiga joven, ¿Tiene con qué pagarme?”. No quise responderle, no valía la pena, sin embargo hice el intento. “Si le sirve la pena, con gusto le pago amigo".

Ninguno de los dos pronuncio palabra alguna, la pena lo era todo.

Al cuarto vaso

Por hoy ya fue suficiente de alcohol,
no hay cuerpo que lo resista,
ni pena que no duela.