martes, marzo 27, 2007

La espera de Maria

El iracundo grito de pena de Maria se escucho incluso en la casa de su vecino Antonio, el cual cerraba las ventanas de su casa porque se avecinaba una de esas lluvias que lo inundan todo. Maria no se pudo contener y estallo en llanto tétrico que articulaba el nudo apretado que nacía en su garganta al momento de tragar su pena mayúscula. Luís la miraba con un par de lagrimas en sus ojos y una tristeza expuesta en el alma. Tomó su mochila negra y se la coloco en la espalda, comenzó a caminar en silencio hacia la puerta. Maria lloraba aferrada a su almohada, la apretaba con todas sus fuerzas, en ocasiones golpeaba con el puño izquierdo el colchón de su cama, no paraba de llorar ni de gritar con su voz acoplada en el lecho de su almohada. Luís antes de salir la miro por última vez, saco un cigarro de su chaqueta y abrió la puerta. Sintió una extraña sensación de pena y frustración, los años, recuerdos y nostalgias se le avecinaron al mismo tiempo que cerraba la puerta, eso si, sin mirar hacia atrás.
Maria aun seguía tendida en la cama, desnuda y con los ojos rojos e hinchados de tanto llorar; no podía entender razones, ni siquiera podía hablar, su corazón se apretaba cada vez que miraba a la ventana y solamente encontraba el vacío en las gotas de lluvia que chocaban en el vidrio y finalizaban su viaje en la más espantosa de las muertes. Se incorporo secándose sus lagrimas, apoyo su cabeza en lo frío de su ventana, prendió un cigarro y miro hacia la puerta; pensó que en cualquier momento entraría Luís para pedirle perdón o tal vez para darle un beso en el más profundo silencio, al pensarlo su corazón se apretó y sus lagrimas volvieron a florecer en sus intensos ojos verdes.
Maria se volvió a secar los vestigios de lágrimas que aun aullaban en sus mejillas, se levanto y preparo un café. Coloco el disco de Fito que tanto le gustaba a Luís escuchar, se sentó en el suelo de su pieza mientras revolvía y soplaba el café para no quemarse. Sus lágrimas volvían a sus cansados ojos, caían ya por inercia y su pecho con cada melodía del disco se le apretaba aun más. Miro hacía la puerta buscando refugio a su tan triste pena, pero Luís no aparecía.
Pasaban las horas y la noche en totalidad iba muriendo progresivamente. En Santiago la lluvia inundaba casi por completo las avenidas y las luces de los faroles comenzaban a debilitarse. Las latas de los techos aledaños a la casa de Maria sonaban fuertemente, casi tan fuerte como los gritos de desesperación y rabia que se emancipaban de la garganta de Maria, que decidió por una noche llorar y gritar como nunca antes lo había hecho, dejar de pensar y vestirse de desesperación y pena.
El disco de Fito seguía replicando las melódicas más triste que se ha podido escuchar en una noche de lluvia torrencial, la luz tenue que entraba por la ventana de la habitación no era lo suficientemente buena para iluminar las lágrimas secas que habían corrían despavoridas por las mejillas de Maria aquella noche.
Como era de esperar el silencio llego, las lágrimas dejaron de caer sin motivo alguno, la cajetilla de cigarrillos se había acabado, el sonido cortante de la respiración de Maria se escuchaba triste en la soledad de su habitación, el café ya estaba helado y a medio tomar, la lluvia seguía con mayor intensidad, y la mano de Maria dejaba de estar apretada en la almohada. Los parpados de Maria cayeron, al igual que un infinito hilo de sangre que venia de sus brazos y abultaba el charco que había a su lado. En ese preciso segundo, Luís golpeaba la puerta de la casa de Maria para pedirle perdón o tal vez para besarla y abrazarla en silencio perpetuo, pero aquella mañana nadie respondió en la casa de Maria.

domingo, marzo 11, 2007

Re/encuentro

* A el "Morenito" que me contó esta historia.

Te asomaste a mi vida como siempre lo hacías
Con la sorpresa irreductible de tu mirada,
La misma que aquella mañana vi
Cuando estabas sentada con la soledad de compañía,
Con tu libro y tu cigarrillo
Que nunca dejaron de adornarte,
En la misma banca donde años atrás
Te ame y te llore.

Alumbraste mi día con tu sonrisa
Tan auténtica de amabilidad
Esa que nunca dejaste de regalarme
Cuando la inmensidad de estrellas nos alejaron
Cuando Viajábamos con tus otoños ya lejanos
Que siempre supiste soportar
Amparada con tu simpática risa,
Con tu perfume a cariño
Y tus abrazos camuflados de besos
En la totalidad de historias sin rostros
Que nos pedían permiso
Para no molestar en tu vida,
Para que nunca se terminara
Aquel beso que dejamos inconcluso

Quede perplejo,
Los años cayeron sobre mis hombros,
Los recuerdos y nostalgias bombardearon mi mañana,
El cigarrillo que mantenía en mi boca
Se consumía a la velocidad de los latidos
Que se emancipaban en mi corazón.
Realmente no supe que hacer
Solo atine a soñar con aplastar las constelaciones
Que algún día nos apartaron
Y destrozar con una caricia nuestros mundos,
Nuestras barreras de cristal
Y finalmente huir donde tú quisieras llevarme,
Al menos por esa mañana tan fría
Para besarnos sin control ni amarguras
Y jugar a que éramos nuevamente solitarios,
A que éramos jóvenes,
A que el tiempo nunca había pasado
Y me volvieras a preguntar mi nombre
Como aquella noche donde te vi por primera vez
Y yo te respondí con un certero te amo,
Jugar a que nos volvíamos a encontrar
Para secarnos nuestras lagrimas,
Unir nuestros latidos
Y gritar con el alma mi felicidad,
Tomar nuevamente tu mano
Y seguir la ruta que habíamos trazado
Con las hojas secas de las calles
Cuando el otoño nos declaraba la guerra
Y nosotros solo pudimos besarnos.

Te vi,
Me basto solo un cigarrillo,
Una sonrisa,
Un recuerdo
Para saber que eras tu
Que seguías igual de libre que antes,
Tal vez un poco más,
Que los años nunca tocaron tu alma,
Aun te mantenías en otoño impávido
Cubierta de marzos lejanos
Esperando aquella lluvia que nos acogió
En la espera impaciente a nuestro viaje
Que nunca pudimos hacer.

Te miraba
Y no te dabas cuenta que dos metros
Nos volvían a separar.
Me pregunte
¿Cuantos besos habían pasado
Desde que no te veía?,
¿Cuantos sueños tendría que gastar
Para volverte a tenerte en mis brazos?,
¿Cuantos cigarrillos tendría que fumar
Para seguir escribiendo poemas en la noche
Y no morir en el intento de olvidarte?.

Una leve brisa de viento fresco
Envalentono mis pasos hacia ti,
Mis venas se hinchaban en mis manos,
El sabor a nerviosismo endulzaba mi garganta,
El frío de la mañana se detuvo por completo,
Los árboles me bombardeaban con hojas secas,
Mi cigarrillo se me desvanecía en mis manos
Al igual que los segundos que adornaban
Nuestro tan ansiado reencuentro.

Te vi,
Y no fui capaz de saludarte,
Solo pase por tu lado
Queriendo morir en el instante
Y tú ni siquiera te diste cuenta
De nuestro sorpresivo encuentro
O más bien,
De nuestra última despedida.