miércoles, diciembre 30, 2009

Retomando el Pulso.

Es algo así: tomar una hoja en blanco y comenzar a escribir un breve cuento con tinta roja o verde, y luego plasmar un punto final que –de hecho- no cierra la historia, sino abre el espacio para la incógnita, la duda, ese “quiero más”. Abre el espacio para la segunda parte, para la trilogía. Lo raro de esto es, precisamente, la falta de sentido que adquiere el punto final, como si dentro del propio cuento las ideas, en su totalidad, cupieran en un espacio reducido de la fantasía o –quizás- de la propia realidad.

Ese debate, ya olvidado por las nuevas generaciones, no es un problema, sino un espacio para la nostalgia, en donde Benedetti compartía un trago con un joven poeta que quiere correcciones de su borrador. Preferiblemente podemos decir, para no destruir la sorpresa de éste texto, que dentro de las muchas –y múltiples- formas de plasmar una idea en el papel es posible inferir que ninguna ha resuelto en si misma una confusa relación: lo real versus real lo. Extraña combinación de palabras, que cuando las das vueltas ambas terminando significando nada.

Si me preguntas te podría decir que necesito tres cosas: primero, saber dónde está el baño en éste café; segundo, terminar mi expreso y por último un teléfono para llamar a Pabla, y decirle que no estoy con ella ahora porque pierdo el tiempo en comprender el origen del fin, que no es lo mismo que el fin del origen, pero se escriben con las mismas palabras.

En fin, tú podrás saber más de estas cosas que yo. Yo, soy un simple aficionado a la escritura. Por ahora, tengo unas inmensas ganas de fumar, hacer el amor con Pabla, escuchar a Pabla y luego cerrar los ojos para acariciarla en silencio. Si eso no es poesía, entonces, definitivamente, el punto final tiene un sentido profundamente importante en la literatura, ya que encierra a las ideas y las hace perder su historicidad. He ahí el sentido de la revolución.

No te preocupes, yo invito. A la próxima, invitas tú, Julio.

Junto a Frida Kahlo

Crecí sabiendo que moriría en otoño,
Tapado de recuerdos comunes que convocan a la nostalgia,
Vestido de lo que soy, de lo que fui y de lo que seré,
En un mar de lágrimas que despiden mi carne, mis huesos, mi ateismo.
Posiblemente ocurra eso, lo cierto es que será en otoño,
Compartiendo mi muerte con las hojas de los árboles,
Volviendo a mi estado salvaje,
De incertidumbre y malestar,
De vasos vacíos y poemas sin completar,
De cigarrillos, libros, plazas y helados con Pabla.

Viento que sopla libertad.