El portazo que pegó Magdalena al salir de la casa de Emilio sentenciaba el término de su relación de casi 3 años. Emilio quedo perplejo mirando la puerta en el mismo lugar donde Magdalena le dijo que ya no lo amaba. Una solitaria lágrima caía por su mejilla, el cigarrillo que tenia en la mano se iba haciendo humo a la misma velocidad que colocaba en la radio aquel tema de Edith Piaf con el que conoció a Magdalena y le prometió amarla para siempre, aquella noche de invierno, nunca se oyó tan melancólica y tan triste a Edith Piaf.
Al despertar en la mañana no se sentía mejor, la pena inundaba el café que tenia Emilio en su mano, sintió que ya no era capaz de sonreír, ni siquiera los poemas que tanto le gustaba escribir lo motivaban. Tomó las llaves de su departamento y emprendió su retirada, se puso su gorro y empezó a caminar con la vista al suelo, se dio cuenta que aquella mañana era una de las más heladas que había vivido. Se detuvo en una esquina para esperar que el semáforo le diera la autorización para cruzar la Avenida, no paraba de pensar en Magdalena, en su sonrisa, en sus manos, en sus ojos, todo era un tormentoso y doloroso paisaje. Al llegar a la cafetería ordeno un café cargado y sin azúcar. Una mesera de pelo oscuro y sonrisa amable lo miró y le pregunto si estaba bien, a lo que Emilio contesto con un movimiento negativo con su cabeza; aquel café seguía con sabor a pena. En la radio de la cafetería anunciaban el estado del clima, decían que había 5 grados de temperatura a las 8.30 de la mañana.
Emilio, miró a su alrededor y advirtió que estaba solo, en ese momento la mesara se sentó con el, lo miro a los ojos en silencio fúnebre, Emilio saco un cigarrillo y levanto la cabeza para preguntarle “¿Qué me vez?”, a lo que la mesera contesto “Una pena que te esta matando”; los dos jóvenes se miraron, para Emilio fue inevitable no volver a llorar con angustia, eso si, aferrado a la mano de aquella mesera que trataba de entender el dolor de un hombre que se sentó para beber un café solo para llorar.
“Salgo a las 12, si quieres te acompaño a caminar” le dijo la mesara a Emilio, el cual respondió “gracias”. La tarde recién comenzaba, el cielo oscuro como noche seguía en su mismo lugar de siempre, el sol no apareció aquella tarde, la mesera del café se puso una bufanda verde y salio con Emilio a caminar por las frías calles Santiago, ni la lluvia fue capaz de ocultar las lágrimas que aun caían de los ojos de Emilio. “¿Por qué me acompañas?” le pregunto Emilio con su mirada aun pegada en el suelo, “Porque hace algún tiempo, decidí ya no amar más”, Emilio no entendió lo que decía la mesera, levanto su cabeza y le pregunto “¿Por qué?, ¿acaso te sucedió algo?”, la mesera lo miro fijamente a los ojos y respondió con un temeroso si acompañado de un triste llanto. Una bofetada de realidad golpeo a Emilio, los ojos de aquella mesera consternaron su corazón, se sintió tan tonto al llorar por algo con tan poca importancia. Abrazo por la cintura a la mesera como señal de aprecio o de condolencia, quizás para ambos, la mesera lo miró y le pregunto “¿Cuál es tu nombre?”, “Emilio, pero todos me dicen Tepian”, “Yo soy Javiera, y todos me dicen así”. Una sonrisa que escupió vapor se plasmo en las caras de estos jóvenes que iban caminando bajo la lluvia de julio en medio de Avenida Providencia, cuando el reloj marcaba las 5 de la tarde.
La lluvia paró, al igual que las lágrimas de los ojos de Emilio, que a esas alturas ya ni siquiera pensaba en Magdalena, la mesera lo había hecho cambiar su pena por una incógnita, Emilio quiso conocer mejor a su nueva y misteriosa amiga.
“Hace frió, si quieres vamos a mi casa a tomar algo” le dijo Emilio a la mesera la cual respondió con un movimiento afirmativo con su cabeza. A medida que iban caminando Emilio pensaba en lo triste que debía estar Javiera, en lo terrible que debe ser no volver ha amar por algo que paso hace tiempo, aun que Emilio no sabia exactamente lo que lo había pasado.
Al llegar a su casa, Emilio se saca su ropa mojada y prendió la estufa, Javiera se acerco a las fotos que tenia Emilio en la pared, “¿Este eres tú?” le pregunta Javiera apuntando la foto de un niño, “Si, cuando vivía con mis padres”, Javiera lo miro y le dijo que aun conservaba la misma cara.
El hervidor de agua estaba listo, Emilio saco dos tasas y el tarro de café. Javiera se sentó en la alfombra, se sacó se largo abrigo negro, Emilio que llevaba las tasas la miro y pensó en lo hermosa que era Javiera. “¿Te gusta Edith Piaf?”, le pregunto Emilio mientras soplaba su café, “Si, muchísimo” le contesto Javiera con una sonrisa. Por los parlantes de la vieja radio de Emilio comenzó a sonar el tema favorito de Javiera, que sin pensarlo comenzó a cantar en voz baja, Emilio le sonrió y le dijo “Con este tema conocí a Magdalena”.
La tarde comenzaba a morir, la noche caía como juicio en Santiago, la lluvia volvía ha aparecer, el frió que reinaba no era más agudo que la risa de Javiera y Emilio que conversaban de sus vidas, de los poemas de Benedetti, olvidando todas sus penas.
Javiera vio el reloj que Emilio tenia en la pared y vio que eran las 11.33 de la noche, Emilio rápidamente le dijo “Si quieres te puede quedar”, Javiera le dio las gracias mientras prendía un cigarrillo de los tantos que se habían fumado en aquella noche. “¿No crees que es raro como nos conocimos?. Hoy en la mañana lloraba por una mujer y ahora estoy cagao’ de la risa”, le decía Emilio a Javiera, “En realidad yo te conocía de antes”, una extrañada mirada cambio el rostro de Emilio que de inmediato pregunto, “¿De donde me conocías?” el silencio de Javiera no daba pie para sus respuestas, solo pudo decir “Yo también soy comunista”, Emilio la miro a los ojos, se acerco a ella y tomó sus manos “No importa de donde me hallas visto antes, lo importante es que nos conocemos”, Javiera lo abrazo fuertemente botándolo al suelo, al caer ambos rieron fuertemente.
Ya pasada las 2 de la madrugada la conversación cambio de dirección, Javiera miró a Emilio que estaba en silencio mirando a lo infinito de una pared, le dijo “Te voy a contar lo que me paso”, Emilio la miró con atención. Javiera apretó sus manos, se sentó en el sofá, trago saliva y comenzó ha hablar, Emilio escuchaba detalladamente como Javiera contaba su triste historia. Al terminar, Emilio no paraba de llorar, no podía creer que esas cosas pasaran en la vida real, abrazo a Javiera fuertemente, le beso la mejilla y le dijo “No estés triste ¿bueno?”, Javiera solo atino a mirar al suelo.
Al amanecer, Emilio y Javiera dormían juntos en el sofá, tapados con una vieja frazada de color café. Las gotas de lluvia aun caían en la ventana de Emilio que ya despertaba para ordenar un poco y prepararse el desayuno. Tapó cuidadosamente a Javiera, inevitablemente Emilio se quedo parado mirándola, acario su pelo, beso su frente, pensó en lo hermoso que seria estar alado de aquella mujer, se acerco a ella y en voz baja le dijo “Te voy a cuidar para siempre”.
Javiera despertó a los 20 minutos después, Emilio ya tenía el desayuno hecho, conversaron al compás de tostadas con mantequilla y el ruido ensordecedor de la lluvia que golpeaba en los techos de metal aledaños a la casa de Emilio, en ese momento, el reloj marcaba las 9.30 de la mañana.
Emilio miro fijamente a Javiera y sin pensarlo le dijo “Puede sonar precipitado...pero creo que estoy enamorado de ti”, Javiera quedo sorprendida por la declaración de amor de Emilio, un silencio incomodo pasaba lentamente por la casa de Emilio que esperaba pacientemente la respuesta de Javiera. “¿Que me dices?, ¿te atreves a volar conmigo?”, Javiera lo miró y le dijo “No puedo, me gustas, pero no puedo”. Emilio tomó un sorbo de su café, saco un cigarrillo y lo prendió con amargura, fue incapaz de preguntar el por qué de su respuesta.
Javiera tomó sus cosas y se fue, se despidió tiernamente con una sonrisa, dejando a Emilio nuevamente con su pena, fue incapaz de despedirse de Javiera.
Pasaron los días, Emilio nos sabía nada acerca de Javiera, no paraba de pensar en ella, una necesidad de tenerla en los brazos y no soltarla jamás le nació a Emilio el cual, salio corriendo a la cafetería donde trabaja Javiera. Al entrar al café, Emilio vio a Javiera preparando un café de maquina, una sonrisa honesta nació de sus labios, Javiera se alegro al verlo, quiso saltar de alegría, pero no lo quiso demostrar, quizás fue su timidez o porque llevaba en su mano una bandeja con café hirviendo a la mesa de Emilio.
“Aquí esta su café señor” le dijo Javiera a Emilio el cual respondió con una pregunta “¿Has pensado lo que te dije?”, Unos segundos de silencio demoraban la respuesta de Javiera, “si”, Emilio le volvió a preguntar “¿Y sigues pensando igual?”, Javiera suspiro y con un tono de tristeza en su respuesta volvió a repetir si.
Emilio tomo su café en silencio, mirando su reflejo en la ventana de aquel café, quiso llorar pero sus lagrimas no acudieron a su llamado, solamente atino a escribir en una servilleta un breve poema. Al terminar su café, Emilio se levanto y se dirigió donde estaba Javiera, la miró a los ojos y le dijo “Se que te gusto, se que quieres estar conmigo, pero tienes miedo a estar a mi lado...yo acá no pierdo nada, es más, yo lo dejo todo porque te quedes a mi lado, por lo mismo te voy a esperar todo el tiempo que sea necesario para que estés conmigo”, Javiera se acerco y le dijo en voz baja “No quiero que me esperes, no quiero que me ames, no quiero nada, no quiero hacerte lo que alguna vez me hicieron a mi”. Emilio le sonrío, le introdujo la servilleta en el bolsillo de su chaqueta y se retiro de aquel lugar, con una pena aun mayor, escondida con el disfraz de sonrisa.
Pasaron días, semanas y meses, Emilio seguía pensando desorbitadamente en Javiera, como era posible que en tan poco tiempo una mujer le robara el corazón de esa forma, como era posible que una mujer en tan poco tiempo le provocara aquellas sensaciones, ni siquiera Magdalena fue capaz de aquello, Emilio se sintió tristemente feliz.
El invierno ya había acabo, el sol de la primavera alumbraba Santiago y el mes de diciembre acompañada a Emilio que aun seguía pensando en el recuerdo de Javiera, de aquella tarde en donde la conoció y en aquella noche donde se enamoró por primera vez. Mientras cruzaba la calle acompañado de su fiel cigarrillo se percato que la cafetería en donde trabajaba Javiera había cerrado. Una angustia apretó el pecho de Emilio que en ese momento pensó “Nunca más la volveré a ver”.
Siguió caminando a paso lento, en sus ojos se notaba una tristeza enorme, Emilio aun no se convencía que nunca más volvería a ver a Javiera, una frágil y pequeña lagrima corría por la mejilla de Emilio que sintió la necesidad de tomar un café.
Entro a una cafetería que había cerca, ordeno un café cargado sin azúcar, miro a su alrededor y se percato que había una persona al fondo del café, lo cual no le llamo mayormente la atención. Mientras revolvía su café y seguía pensando en Javiera, una persona se sentó al frente de él, levanto su cabeza para ver quien era, su asombro era aun mayor que su pena, la alegría volvía a su corazón, Javiera le sonrió y le dijo “Hola”, Emilio casi no pudo hablar, no podía creer que Javiera estuviese ahí, solamente atino a decirle “¿Dónde has estado?”, Javiera le respondió “Tratando de que el miedo nunca más me separe de ti”, Emilio sonrió al igual que Javiera que le pregunto “¿Aun quieres invitarme a volar contigo?” Emilio le contesto “Te eh estado esperando para hacerlo”. Emilio no aguanto las ganas de besar a Javiera, tomó su mano y la miro fijamente a los ojos “Regálame un beso”, Javiera se rió un poco y le dijo que eso no se pedía, que odiaba las cosas programas.
Al salir del café, Emilio tenía una terrible duda, pensó que quizás Javiera se volvería a ir, por lo mismo le pregunto “¿Te piensas ir de mi lado?” a lo que Javiera contesto “No, esta vez me quedo contigo”, Emilio tomo sutilmente a Javiera por su cintura y la besó, una felicidad hermosa invadió el corazón de Emilio y una sonrisa tímida y tierna nacía de los labios de Javiera. Caminaron juntos, abrazos y enormemente felices, Emilio se detuvo para prender un cigarrillo, miró a Javiera y le pregunto “¿Realmente quieres volar conmigo?”, Javiera le contesto con su hermosa sonrisa “Si, ahora más que nunca quiero aprender a volar”. Emilio la volvió a besar, eso si, con muchísima pasión. Al finalizar el beso un te quiero se escapo de la boca de Javiera, Emilio sonrió y le contesto “Yo igual te quiero, pero mucho”, Javiera se alegro, metió su mano al bolsillo y le mostró la servilla con el poema que Emilio le había escrito “Es quizás por este poema, que me convencí a volar”. Emilio Tomo su mano y siguieron caminando, se perdieron en la multitud delirante de personas que transitaban por aquella calle. Lo último que se supo de ellos es que viajaron recorriendo América Latina, echando a volar todo el amor que se tenían. Es probable que nunca hallan vuelto...y ¿Para que iban a volver?, si ahora, habían aprendido a volar.
Al despertar en la mañana no se sentía mejor, la pena inundaba el café que tenia Emilio en su mano, sintió que ya no era capaz de sonreír, ni siquiera los poemas que tanto le gustaba escribir lo motivaban. Tomó las llaves de su departamento y emprendió su retirada, se puso su gorro y empezó a caminar con la vista al suelo, se dio cuenta que aquella mañana era una de las más heladas que había vivido. Se detuvo en una esquina para esperar que el semáforo le diera la autorización para cruzar la Avenida, no paraba de pensar en Magdalena, en su sonrisa, en sus manos, en sus ojos, todo era un tormentoso y doloroso paisaje. Al llegar a la cafetería ordeno un café cargado y sin azúcar. Una mesera de pelo oscuro y sonrisa amable lo miró y le pregunto si estaba bien, a lo que Emilio contesto con un movimiento negativo con su cabeza; aquel café seguía con sabor a pena. En la radio de la cafetería anunciaban el estado del clima, decían que había 5 grados de temperatura a las 8.30 de la mañana.
Emilio, miró a su alrededor y advirtió que estaba solo, en ese momento la mesara se sentó con el, lo miro a los ojos en silencio fúnebre, Emilio saco un cigarrillo y levanto la cabeza para preguntarle “¿Qué me vez?”, a lo que la mesera contesto “Una pena que te esta matando”; los dos jóvenes se miraron, para Emilio fue inevitable no volver a llorar con angustia, eso si, aferrado a la mano de aquella mesera que trataba de entender el dolor de un hombre que se sentó para beber un café solo para llorar.
“Salgo a las 12, si quieres te acompaño a caminar” le dijo la mesara a Emilio, el cual respondió “gracias”. La tarde recién comenzaba, el cielo oscuro como noche seguía en su mismo lugar de siempre, el sol no apareció aquella tarde, la mesera del café se puso una bufanda verde y salio con Emilio a caminar por las frías calles Santiago, ni la lluvia fue capaz de ocultar las lágrimas que aun caían de los ojos de Emilio. “¿Por qué me acompañas?” le pregunto Emilio con su mirada aun pegada en el suelo, “Porque hace algún tiempo, decidí ya no amar más”, Emilio no entendió lo que decía la mesera, levanto su cabeza y le pregunto “¿Por qué?, ¿acaso te sucedió algo?”, la mesera lo miro fijamente a los ojos y respondió con un temeroso si acompañado de un triste llanto. Una bofetada de realidad golpeo a Emilio, los ojos de aquella mesera consternaron su corazón, se sintió tan tonto al llorar por algo con tan poca importancia. Abrazo por la cintura a la mesera como señal de aprecio o de condolencia, quizás para ambos, la mesera lo miró y le pregunto “¿Cuál es tu nombre?”, “Emilio, pero todos me dicen Tepian”, “Yo soy Javiera, y todos me dicen así”. Una sonrisa que escupió vapor se plasmo en las caras de estos jóvenes que iban caminando bajo la lluvia de julio en medio de Avenida Providencia, cuando el reloj marcaba las 5 de la tarde.
La lluvia paró, al igual que las lágrimas de los ojos de Emilio, que a esas alturas ya ni siquiera pensaba en Magdalena, la mesera lo había hecho cambiar su pena por una incógnita, Emilio quiso conocer mejor a su nueva y misteriosa amiga.
“Hace frió, si quieres vamos a mi casa a tomar algo” le dijo Emilio a la mesera la cual respondió con un movimiento afirmativo con su cabeza. A medida que iban caminando Emilio pensaba en lo triste que debía estar Javiera, en lo terrible que debe ser no volver ha amar por algo que paso hace tiempo, aun que Emilio no sabia exactamente lo que lo había pasado.
Al llegar a su casa, Emilio se saca su ropa mojada y prendió la estufa, Javiera se acerco a las fotos que tenia Emilio en la pared, “¿Este eres tú?” le pregunta Javiera apuntando la foto de un niño, “Si, cuando vivía con mis padres”, Javiera lo miro y le dijo que aun conservaba la misma cara.
El hervidor de agua estaba listo, Emilio saco dos tasas y el tarro de café. Javiera se sentó en la alfombra, se sacó se largo abrigo negro, Emilio que llevaba las tasas la miro y pensó en lo hermosa que era Javiera. “¿Te gusta Edith Piaf?”, le pregunto Emilio mientras soplaba su café, “Si, muchísimo” le contesto Javiera con una sonrisa. Por los parlantes de la vieja radio de Emilio comenzó a sonar el tema favorito de Javiera, que sin pensarlo comenzó a cantar en voz baja, Emilio le sonrió y le dijo “Con este tema conocí a Magdalena”.
La tarde comenzaba a morir, la noche caía como juicio en Santiago, la lluvia volvía ha aparecer, el frió que reinaba no era más agudo que la risa de Javiera y Emilio que conversaban de sus vidas, de los poemas de Benedetti, olvidando todas sus penas.
Javiera vio el reloj que Emilio tenia en la pared y vio que eran las 11.33 de la noche, Emilio rápidamente le dijo “Si quieres te puede quedar”, Javiera le dio las gracias mientras prendía un cigarrillo de los tantos que se habían fumado en aquella noche. “¿No crees que es raro como nos conocimos?. Hoy en la mañana lloraba por una mujer y ahora estoy cagao’ de la risa”, le decía Emilio a Javiera, “En realidad yo te conocía de antes”, una extrañada mirada cambio el rostro de Emilio que de inmediato pregunto, “¿De donde me conocías?” el silencio de Javiera no daba pie para sus respuestas, solo pudo decir “Yo también soy comunista”, Emilio la miro a los ojos, se acerco a ella y tomó sus manos “No importa de donde me hallas visto antes, lo importante es que nos conocemos”, Javiera lo abrazo fuertemente botándolo al suelo, al caer ambos rieron fuertemente.
Ya pasada las 2 de la madrugada la conversación cambio de dirección, Javiera miró a Emilio que estaba en silencio mirando a lo infinito de una pared, le dijo “Te voy a contar lo que me paso”, Emilio la miró con atención. Javiera apretó sus manos, se sentó en el sofá, trago saliva y comenzó ha hablar, Emilio escuchaba detalladamente como Javiera contaba su triste historia. Al terminar, Emilio no paraba de llorar, no podía creer que esas cosas pasaran en la vida real, abrazo a Javiera fuertemente, le beso la mejilla y le dijo “No estés triste ¿bueno?”, Javiera solo atino a mirar al suelo.
Al amanecer, Emilio y Javiera dormían juntos en el sofá, tapados con una vieja frazada de color café. Las gotas de lluvia aun caían en la ventana de Emilio que ya despertaba para ordenar un poco y prepararse el desayuno. Tapó cuidadosamente a Javiera, inevitablemente Emilio se quedo parado mirándola, acario su pelo, beso su frente, pensó en lo hermoso que seria estar alado de aquella mujer, se acerco a ella y en voz baja le dijo “Te voy a cuidar para siempre”.
Javiera despertó a los 20 minutos después, Emilio ya tenía el desayuno hecho, conversaron al compás de tostadas con mantequilla y el ruido ensordecedor de la lluvia que golpeaba en los techos de metal aledaños a la casa de Emilio, en ese momento, el reloj marcaba las 9.30 de la mañana.
Emilio miro fijamente a Javiera y sin pensarlo le dijo “Puede sonar precipitado...pero creo que estoy enamorado de ti”, Javiera quedo sorprendida por la declaración de amor de Emilio, un silencio incomodo pasaba lentamente por la casa de Emilio que esperaba pacientemente la respuesta de Javiera. “¿Que me dices?, ¿te atreves a volar conmigo?”, Javiera lo miró y le dijo “No puedo, me gustas, pero no puedo”. Emilio tomó un sorbo de su café, saco un cigarrillo y lo prendió con amargura, fue incapaz de preguntar el por qué de su respuesta.
Javiera tomó sus cosas y se fue, se despidió tiernamente con una sonrisa, dejando a Emilio nuevamente con su pena, fue incapaz de despedirse de Javiera.
Pasaron los días, Emilio nos sabía nada acerca de Javiera, no paraba de pensar en ella, una necesidad de tenerla en los brazos y no soltarla jamás le nació a Emilio el cual, salio corriendo a la cafetería donde trabaja Javiera. Al entrar al café, Emilio vio a Javiera preparando un café de maquina, una sonrisa honesta nació de sus labios, Javiera se alegro al verlo, quiso saltar de alegría, pero no lo quiso demostrar, quizás fue su timidez o porque llevaba en su mano una bandeja con café hirviendo a la mesa de Emilio.
“Aquí esta su café señor” le dijo Javiera a Emilio el cual respondió con una pregunta “¿Has pensado lo que te dije?”, Unos segundos de silencio demoraban la respuesta de Javiera, “si”, Emilio le volvió a preguntar “¿Y sigues pensando igual?”, Javiera suspiro y con un tono de tristeza en su respuesta volvió a repetir si.
Emilio tomo su café en silencio, mirando su reflejo en la ventana de aquel café, quiso llorar pero sus lagrimas no acudieron a su llamado, solamente atino a escribir en una servilleta un breve poema. Al terminar su café, Emilio se levanto y se dirigió donde estaba Javiera, la miró a los ojos y le dijo “Se que te gusto, se que quieres estar conmigo, pero tienes miedo a estar a mi lado...yo acá no pierdo nada, es más, yo lo dejo todo porque te quedes a mi lado, por lo mismo te voy a esperar todo el tiempo que sea necesario para que estés conmigo”, Javiera se acerco y le dijo en voz baja “No quiero que me esperes, no quiero que me ames, no quiero nada, no quiero hacerte lo que alguna vez me hicieron a mi”. Emilio le sonrío, le introdujo la servilleta en el bolsillo de su chaqueta y se retiro de aquel lugar, con una pena aun mayor, escondida con el disfraz de sonrisa.
Pasaron días, semanas y meses, Emilio seguía pensando desorbitadamente en Javiera, como era posible que en tan poco tiempo una mujer le robara el corazón de esa forma, como era posible que una mujer en tan poco tiempo le provocara aquellas sensaciones, ni siquiera Magdalena fue capaz de aquello, Emilio se sintió tristemente feliz.
El invierno ya había acabo, el sol de la primavera alumbraba Santiago y el mes de diciembre acompañada a Emilio que aun seguía pensando en el recuerdo de Javiera, de aquella tarde en donde la conoció y en aquella noche donde se enamoró por primera vez. Mientras cruzaba la calle acompañado de su fiel cigarrillo se percato que la cafetería en donde trabajaba Javiera había cerrado. Una angustia apretó el pecho de Emilio que en ese momento pensó “Nunca más la volveré a ver”.
Siguió caminando a paso lento, en sus ojos se notaba una tristeza enorme, Emilio aun no se convencía que nunca más volvería a ver a Javiera, una frágil y pequeña lagrima corría por la mejilla de Emilio que sintió la necesidad de tomar un café.
Entro a una cafetería que había cerca, ordeno un café cargado sin azúcar, miro a su alrededor y se percato que había una persona al fondo del café, lo cual no le llamo mayormente la atención. Mientras revolvía su café y seguía pensando en Javiera, una persona se sentó al frente de él, levanto su cabeza para ver quien era, su asombro era aun mayor que su pena, la alegría volvía a su corazón, Javiera le sonrió y le dijo “Hola”, Emilio casi no pudo hablar, no podía creer que Javiera estuviese ahí, solamente atino a decirle “¿Dónde has estado?”, Javiera le respondió “Tratando de que el miedo nunca más me separe de ti”, Emilio sonrió al igual que Javiera que le pregunto “¿Aun quieres invitarme a volar contigo?” Emilio le contesto “Te eh estado esperando para hacerlo”. Emilio no aguanto las ganas de besar a Javiera, tomó su mano y la miro fijamente a los ojos “Regálame un beso”, Javiera se rió un poco y le dijo que eso no se pedía, que odiaba las cosas programas.
Al salir del café, Emilio tenía una terrible duda, pensó que quizás Javiera se volvería a ir, por lo mismo le pregunto “¿Te piensas ir de mi lado?” a lo que Javiera contesto “No, esta vez me quedo contigo”, Emilio tomo sutilmente a Javiera por su cintura y la besó, una felicidad hermosa invadió el corazón de Emilio y una sonrisa tímida y tierna nacía de los labios de Javiera. Caminaron juntos, abrazos y enormemente felices, Emilio se detuvo para prender un cigarrillo, miró a Javiera y le pregunto “¿Realmente quieres volar conmigo?”, Javiera le contesto con su hermosa sonrisa “Si, ahora más que nunca quiero aprender a volar”. Emilio la volvió a besar, eso si, con muchísima pasión. Al finalizar el beso un te quiero se escapo de la boca de Javiera, Emilio sonrió y le contesto “Yo igual te quiero, pero mucho”, Javiera se alegro, metió su mano al bolsillo y le mostró la servilla con el poema que Emilio le había escrito “Es quizás por este poema, que me convencí a volar”. Emilio Tomo su mano y siguieron caminando, se perdieron en la multitud delirante de personas que transitaban por aquella calle. Lo último que se supo de ellos es que viajaron recorriendo América Latina, echando a volar todo el amor que se tenían. Es probable que nunca hallan vuelto...y ¿Para que iban a volver?, si ahora, habían aprendido a volar.
7 comentarios:
Bello.... gracias por darnos ese ratito de intimidad.. de estar sola leyendo los poemas y cuentos, y mostrarnos imagenes hermosas... siempre buscando la belleza.
Ahhhh, nunca más cobardes!
besos, y sigue escribiendo!!!
Javiera
ESTA HERMOSO ...
EN REALIDAD CUANDO UNO QUIERE O AMA NO HAY QUE SENTIR MIEDO, UNO TIENE KE JUGARSELA AL MAXIMO PASE LO KE PASE ESE ES EL SENTIDO DEL AMOR, POR KE UNO NO SABE LO KE VA A PASAR KUANDO NO ESTAS KON LA PERSONA, SOLO HAY QUE ENTREGAR AMOR, Y CON LOS MOMENTOS DIFICILES UNO APREDE A SER MEJOR Y AFERRARSE MAS A LA PERSONA .
"No dejes que se vaya el amor en el aire, si esta alfrente tuyo disfrutarlo y entregate a el."
saludos, me sacaste lagrimas jejejej
cuidate .
guenaa piante. oye, buenisimo el cuento weón me gusto caleta, pero tengo una duda. ¿esa guea te paso a ti cierto?. tai vio que si perro, jejeje, lo importante es que tiene un final feliz, no ?..
un abrazo culiao, cuidate
y porfavor, sigue escribiendo
la Pame y yo siempre te leemos.
ay!, te quiero!!
Mi final más feliz es que vuelo contigo.
:)
ta linda la historia,
es como lo que siempre se ha soñado,
pero tristemente las cosas no son tan así.
al final es muy dificil volar con quien se ama,
porque siempre cada uno quiere volar,
pero no para el mismo lugar.
hermosa historia... de verdad.
hacer todo por amor es lo maximo.... yo casi lo olvido...
besos!
Hermoso, bello, justo el toque de tristeza y alegria. Te felicito y gracias...estas cosas se felicitan :)
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