martes, abril 15, 2008

¿Estás ahí?. Yo sigo acá


En memoria de Víctor “Fujy” Labarca, por los años de buena amistad.

Catalina en ese preciso momento cayó. Sus ojos demostraban una fatídica pena que aún no encontraba respuesta. Su actitud, su pelo, su piel, sus manos, todo era una mezcla de melancolía al momento de airear tú nombre, en mitad de una noche especial donde el ron, la cerveza, los cigarros, los globos, los feliz cumpleaños a Javiera eran el telón de fondo para sus recuerdos.

Hubo un silencio generalizado. El ruido de la fiesta cumpleañera suspendió un momento su hegemónico deambular para comprender quien fuiste tú, o más bien para nosotros.

Bajé la vista en dirección al suelo; tragué un sorbo de ron con hielo. Inevitablemente recordé cuando tenía nueve años y casualmente nos conocimos. Yo estaba sentado al final de la sala de clases, sacándole punta a mi lápiz grafito, justo en el momento que la profesora Gladys te presentaba al curso como alumno nuevo; “Saluden a Víctor Labarca”, decía la profesora mientras todos te seguíamos con la vista a tu banco, tus lentes, con tu ropa tan distinta a la mía, con tu timidez característica que nunca te abandono.

La nostalgia invadió mi mente, mi corazón. En ese momento intenté recordar tú cara pero no pude. Me esforcé, pero no hubo caso. Sólo recordaba nuestras andanzas en el colegio, en la calle, en conciertos, en fiestas, en peleas, en la línea del tren. Pero tú cara no aparecía por ningún lado.

El silencio murió, la gente comenzó ha hablar, a brindar, a cantar. Despegue la vista del suelo y con la mejor sonrisa de todas volví a la fiesta de Javiera, con la extraña sensación de haber vuelto a mi infancia.

No dije palabra alguna de lo sucedido, no era el momento.


Pasaron días de aquel retroceso a mi infancia, pero el sólo hecho de pensar que no podía recordar tú cara me sobrecogía. Busque en mis libros, cuadernos, agendas, croqueras algunos dibujos, alguna foto, alguna caricatura tuya que me diera una idea. Pero nada, no tengo ningún vestigio tuyo para ayudarme en mi recuerdo.

Algo desorientando salí a caminar, o más bien a pensar, airear mi cabeza. Dejé de contar las cuadras que llevaba recorridas justo en el momento en que necesite un cigarro. Miré hacia ambos lados en busca de algún local que me abasteciera. Cuando menos lo pensé estaba justo al frente de mí la melancólica botillería La internacional. Al ver aquella botillería -la cual los años nunca le pasaron encima- broto de mis labios una ligera sonrisa, además de una sed incontrolable. Forzosamente tuve que parar. Compré cigarros y una cerveza helada. Me pasé la reja del condominio donde siempre nos gustaba estar bebiendo; ningún guardia me descubrió.

Instintivamente me senté en el lugar de siempre, cerca de un árbol, con pasto a mi alrededor. Destapé la cerveza con el encendedor y comencé a beber, fumar, hablar solo, reír, hablar nuevamente solo, sonreír, guardar silencio, beber, fumar, beber, fumar. Silencio absoluto. Comencé a llorar. Era un llanto amargo, triste, solitario; el mismo que lloraste tú cuando nos volvimos a re-encontrar todos los amigos en el cumpleaños del care’ mono. Curiosamente fue la última vez que estuvimos todos juntos. Curiosamente, pero es la verdad. (¿Qué será de ellos?)

El paisaje, la noche, la cerveza, los cigarros, nada había cambiado. Salvo una cosa; ya no estábamos a mi lado, querido amigo, para reírnos de la vida, de la muerte, del futuro, del presente, de los lujos que nunca tuvimos, de tu incapacidad con la guitarra, de los múltiples apodos que teníamos, de cuando robamos en el quiosco del colegio una bebida y nos pillaron, de cuando hablábamos de fútbol, de política, de amor, de punk, de libros, de la fonda en tu casa, de pacos, de marchas, de todo, de nada.

Contigo siempre hubo razones para reír. Pero ahora no, no había razón alguna para reír. Sólo había espacio para mis lágrimas solitarias, en una noche sin estrellas, sin luna, sin nubes. No había razón alguna para nada. Me sentí tristemente solo, cruelmente solo, aisladamente solo, sin mi mejor amigo de la infancia, sin ese amigo que días antes me había invitado a un vino de buena marca en la peor plaza de su barrio. Ya no estaba mi amigo para reiterarme el viaje a Valparaíso que quedó pendiente.

Mi gran amigo no estaba acá para brindar, para reír. Nada valía tanto la pena en ese instante. Lloré por ti, por mí, por Catalina, por Soledad, por el Mono, por el Hocico e’ perro, por el Flaco, por el Teta, por tus padres. Por Macarena.

Especialmente lloré por nuestra infancia.


Volví a casa ebrio, con los rastro de lágrimas en mis ojos y mejillas, con dos cigarros en el bolsillo de mi chaqueta, con ganas de seguir llorando.

Me senté en el computador para escribirte una carta pero fui incapaz, no sabia por dónde empezar. Revise mi MSN, y vi que aún te tengo en mis contactos, justo en el grupo de Mis mejores amigos. Mi agenda aún guarda tu número telefónico. En mi cajita de recuerdos encontré una invitación para tú cumpleaños, esa que tenía a los Caballeros del Zodiaco como anfitriones del magno evento. Revise mis discos y habían cuatro que nunca te devolví. En mi libro de Química de 1º medio todavía estaba la dedicatoria para el profesor de historia.

No alcancé a presentarte a Javiera, tampoco a ir a tú fiesta de cumpleaños número veinte, tampoco a devolverte tus discos, tampoco ha ayudarte a pintar tu pieza. No alcancé a ir contigo a Valparaíso. Faltaron tantas cosas por hacer, que no vale la pena lamentarse.

Ahora toda da igual. Supongo que tendré que ir algún día a tu casa a dejar los discos que te debo, viajar a Valparaíso, pintar mi pieza, escribirte una carta para que vengas a mi cumpleaños, regalarte un curso de guitarra clásica, comentarte que la Universidad de Chile le ganó nuevamente a Colo-colo, gritarte que seguimos más dignos y rebeldes que antes. Comentarte sobre lo que es –ahora- mi vida, hablarte de Javiera, pagarte la ultima cerveza que nos tomamos en el Estorbar, caer preso en la línea, ver al Último que zierre en el Víctor Jara.

Tal vez decirte que te quise mucho, y que las ganas de reír contigo aún no se van, aunque siga –intrínsicamente- riéndome de ti para ocultar mis ganas de llorar-te.


¿Estás ahí? ¿Me oyes? ...yo sigo acá, esperando la victoria para celebrar, para ir a brindar contigo a la linda Internacional, como en los viejos tiempos.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

oo te pasate..

me iso llorar, la dura.

no lo conosia pero me pongo en el kaso kon una amiga ke somos intms y de verdad me do pena!!

en fin asi es la vida uno nunka sabe cuando va a pasar esas cosas .

lo bueno es ke aun sigue en ti , eso kiere decir ke aun no esta muerto pero todabia lo recuerdas es lindo eso!!

ya niño kuidate.
mil saludos
y suerte en too!!

xauti besos.

pablacuarela. dijo...

Te quedó lindo, loquito
a mí gusto, es uno de los mejores que te he leido, porque es honesto, claro, fraterno, compañero y es que así eres tú, por eso yo te amo.

Lo leo y me voy imaginando muchas cosas, a tí y al Fujy haciendo de las suyas y hasta a mí se me apreta un poquito el corazón de nostalgia :)

De verdad que me gustó, me gustó muchomucho.

Un abrazo, TE AMO !

pablacuarela. dijo...

TE AMO LOCO !!!

Anónimo dijo...

todos los dìas vamos todavìa...
PrEcIsOs NoT DeaD!
Violentine Katurrrrrry!

Anónimo dijo...

yo no se que paso pero aun asi los sigo queriendo
sigo queriendo esa infancia donde te conoci y los conoci a todos. a todos ellos que nombraste en especial al fuji.

me solto la pena, me trague un par de lagrimas que tenia guardadas en la garganta.
no se como, pero aun el cariño aunque pasen los años sigue intacto.
pueden pasar siglos y muertes pero ahi sigue.
yo creo que eso es lo doloroso, eso es lo terrible. que el querer a una persona sigue intacto.
como la intancia donde el primer dia nos conocimos cada uno.
aunque no hablemos, aunque sea una vez a las mil quinientas es bueno expresarlo. yo tambien, de cierta manera , a la distancia quizas.

el quereer nunca se va

cariños amigo.

meme